Descripción
Hace tiempo que se hacía necesaria una reedición de «Magia de altura» de Ricardo Rodríguez. En lugar de eso, hemos reescrito prácticamente todo el libro (con añadidos corporales, técnicos y de todo tipo, además de nuevas ilustraciones que sustituyen a las antiguas fotografías) y le hemos puesto otro igual de largo detrás, incluyendo 4 nuevas secuencias y nuevos artículos teóricos. El resultado: un libro imprescindible que eleva tu magia al siguiente nivel.
Y si no, mira lo que los más grandes magos dicen sobre él:
Me parece imposible hablar de este libro sin hablar de Ricardo. Asumo que las múltiples alabanzas que estoy a punto de ofrecer van a ser una vez más interpretadas por él como licencias del cariño, pero que nadie se equivoque, el afecto que le tengo es tan real como la riqueza, profundidad y virtudes que cualquiera que lo conoce puede apreciar en su persona y en su obra.
Todo el trabajo que en las páginas de «Magia de altura y más» encontrarás es derechamente el reflejo de años de meticulosa exigencia, cuestionamiento y entrega. Sus perpetuas luchas internas entre complejidad y simpleza, ficción y aquíahorismo, tradición y vanguardia, claridad y misterio, por nombrar solo algunas, producen una y otra vez un equilibrio único, una ponderación «a lo Ricardo», que al final del día responde únicamente a un amo: la experiencia mágica. Y las chispas de esas batallas nos iluminan a todos.
¿Efectos poderosos e incomprensibles, bien estructurados y bien presentados? Aquí encontrarás en abundancia. ¿Marcos teóricos, conceptos puramente mágicos o traídos a la magia desde otros mundos, distinciones reveladoras, reflexiones certeras, personales y profundas? Hay para aburrirse de leer y releer. ¿Técnicas elegantes de esas que te hacen crecer como mago, conocimiento histórico, ingenio, lucidez, síntesis, belleza, riesgo, búsqueda, sinceridad artística? Con confianza digo que sí, que también, que alegremente puedes esperar todo eso y más.
«Magia de altura y más» es un título en el que tal vez Ricardo buscaba reírse de sí mismo, pero, al igual que la intención irónica del Quijote se vuelve en su contra para llenarnos de emoción, creo que este libro prodigioso nos eleva, si no ofrecemos demasiada resistencia, como magos, como personas y, por qué no, incluso como comunidad encargada de mantener vivo el asombro.
—Juan Esteban Varela
He visto nacer este libro, y también lo he visto crecer. Igual que a su autor. Igual que a su magia. Y ha crecido tanto que ha alcanzado una altura que hace que todos tengamos que levantar la cabeza para poderle hablar.
Y que nadie piense que digo esto porque el protagonista sea una persona altiva, en ese sentido seguimos mirándole hacia abajo, sino porque su obra ha ido creciendo, casi sin darnos cuenta, sin hacer apenas ruido, hasta alcanzar un nivel inalcanzable. Esa es la altura.
Para los que conocemos la obra original desde que empezó siendo una edición en canutillo (continente que siempre vi insultante a tenor del contenido), leer los añadidos a día de hoy es un regalo, como es un regalo también todo el añadido del nuevo material que resulta ser un libro en sí mismo. Qué placer me da ver que por fin se ha dado cobijo como Dios manda a su obra. Gracias, Vinuesa, por convencerlo.
Leer cada rutina es pararte, párrafo tras párrafo, a deleitarte en lo leído. A degustarlo. Y qué decir de cada artículo de teoría. No puedes leerlos solo una vez. Esconden demasiados matices. Esconden más secretos que su magia.
«Magia de altura y más» se queda corto. «La magia más alta» sería mucho más apropiado. Pero Ricardo es un ser bajito, y jamás permitiría un título que vuela tan alto.
—Alberto de Figueiredo
Ricardo, empieza con RI, RI de rigor.
Porque su arte está concebido, pensado, estudiado, ensayado, pulido y vuelto a pulir con el más exquisito rigor. En su arte predomina ese rigor, un tanto en contra de algunos aires que hoy empujan al éxito fácil.
Rigor en la transmisión de lo imposible y fascinante (las claves del Arte de la Magia). Rigor en los medios: la técnica digital, empalmes de naipes y monedas, el manejo suavísimo, natural y etéreo de un cercanísimo alumno del Maestro Ascanio; la técnica corporal como cargas y descargas (¡qué felicidad produce hoy el no ver, no sentir, no sospechar siquiera que existen!; la buena asimilación del gran Frakson).
De aquí la claridad de su magia, que no se ve mancillada por esos ¡ay! y ¡uff! interiores que tan a menudo nos hacen susurrar los vislumbres de la técnica imperfecta de una carga, no por veloz menos percibida. La magia de Ricardo se ve y se disfruta sin sobresaltos. Es un río sin cascadas que fluye imparable y nos arrastra, derechos, a desembocar en el mar del pasmo y la belleza mágica.
Pero también rigor en la búsqueda continua de la construcción equilibrada de juegos y rutinas, del discurso elaboradísimo pero preciso y precioso de su magia (¡el genio de Hofzinser se asoma desde su siglo XIX y su Viena encantada!).
Rigor también en la creación de sus juegos y rutinas, impregnados de una inhabitual profundidad intelectual. No en vano, reposan y se fundamentan en los agudos y pensados (que no pesados) análisis que el lector tendrá el placer (intelectual y también literario) de degustar en este libro. Análisis que también destilan, ¡cómo no!, rigor de pensamiento (la sombra de Borges refleja su total circunferencia en el espejo del fondo de la biblioteca mental de Ricardo).
—Juan Tamariz (del prólogo del libro)